- Sobre el cuerpo.
Lo que me importa ahora no es el cuerpo físico –el
material–, sino otro, uno que permita un nivel diferente de percepción. Más que
la representación de un cuerpo, lo que me interesa es lo fantasmagórico que
puede ser éste. Podría pensarse que hay mayor poder en la representación que en
la presencia fantasmal del cuerpo mismo; sin embargo, lo potente no está en la
materia que contiene el valor de la ausencia, sino en la ausencia misma hecha
presencia. Es esta ausencia la que entra en acción, es la que está viva. Y es
en este panorama que el fantasma, lo fantasmagórico, tiene una voz propia, un
accionar, que en tanto cuerpo, hace parte del mismo ser.
No es lo otro que ayuda con su presencia, sino es
presencia misma. Esto es lo que produce horror, una carne que no es materia. Es
el fantasma del Rey Hamlet, su conciencia, su psique, la que revela la
podredumbre de los gobernantes en Dinamarca y por este motivo clama justicia.
Pero hay que enfatizar que más que en la imagen del fantasma, es el hecho de
que éste “habla” lo que resalto. Es su decir que habilita una mirada, en tanto
reúne a otros, los testigos, los videntes.
¿Quiénes son los videntes? ¿Qué vemos? Esto ha sido claro en “Huellas Digitales”. Vemos desde
afuera a quienes están en el encierro, a los privados de libertad. Ahora, los
cuerpos instalados en el exterior, transforman la obra en una experiencia que
posibilita, como interface, estar en contacto con el otro, con su expresión y
coreografía que potencian al cuerpo vivo y presente tras los muros.
Cuerpo encerrado, privado, limitado y convertido en “Huellas
Digitales” en una imagen fantasmagórica que irrumpe en el espacio.
Presencia viva de la ausencia. Presencia de los muertos en vida, de los
olvidados. No es una representación, no es el sustituto vivo del muerto, como
lo afirmará Debray del concepto de representación, es la presencia del vivo
ante nosotros.
Los nuevos medios aportan un cuerpo diferente.
Potencian la idea de que somos seres multimedia, multisensoriales y que estamos
en un mundo creado por diferentes tipos de prótesis, justamente por este
motivo. La cámara web, las cámaras de vigilancia, en su efecto, nos permiten
ver ese cuerpo que aún permanece privado pero que ahora transfiere su imagen y
su ser ante los participantes. No es sólo información, es expresión del ser y
contundencia del decir, del estar aquí junto a los demás, en el mundo exterior,
del cual algunos han sido privados.
- Sobre el espacio.
Los mundos que se instalan en la realidad y la
ficción son apasionantes, tanto unos como otros tienen intersticios que debemos
completar con nuestra experiencia. ¿Lo que veo, escucho, es real o es una
ficción? Es la pregunta permanente de los espectadores que se enfrentan a una
obra escénica.
Atravesar por diferentes niveles, en una
experiencia estética de recorrido, es hacer posible el movimiento de un
espectador dentro de un universo ficcional. Si hay movimiento, entonces hay
allí un tiempo durante el cual el espectador no puede separar lo real de lo
ficcional, de tal manera que por un instante se vuelve parte de la magia.
En eso se convirtió “Huellas Digitales” en el
diseño de una experiencia estética, performática, quizá mágica, que busca, más
allá de una representación, un juego, como vehículo poderoso de la aniquilación
de lo sagrado.
- Sobre el tiempo.
El nobel de química de 1977, Ilya Prigogine, en una
hermosa conferencia sobre el nacimiento del tiempo afirma “La vida es el reino
de lo no-lineal, la vida es el reino de la autonomía del tiempo, es el reino de
la multiplicidad de las estructuras” (p. 35). ¡Que complejidad tiene esta
frase! Ya que pone en juego por lo menos tres conceptos: no-lineal, autonomía,
multiplicidad.
El paso por el CAE, o mejor, cárcel de menores,
pone en apuros el concepto mismo de la vida. El poder, el disciplinamiento que
provocan la despersonalización harían parte de lo contrario a la vida misma, si
tomamos la afirmación del nobel. El tiempo es movimiento afirmaba Aristóteles.
El griego sostenía que este movimiento estaba determinado por el alma.
Si consideramos que la cárcel es el territorio de
los no-vivientes, quizá de los fantasmas, estamos hablando también de los que
no se mueven y para los que el tiempo encarnado en sus cuerpos entra en un
reposo casi mortal.
Por eso nos interesa el tema del tiempo en “Huellas
Digitales” una recuperación del movimiento, del tiempo perdido, una
intervención del alma de su autonomía.
- Sobre la virtualidad.
La privación de la libertad del cuerpo, obliga a
pensar otras formas para recuperar el contacto social con el otro. En eso se ha
convertido “Huellas Digitales” en un espacio-tiempo que hace posible el
Encuentro a partir del uso de las herramientas que ofrece el universo digital.
La virtualidad en este caso se instala como una potencia
que libera el cuerpo, que rebasa los altos muros de la prisión, provocando un
Encuentro, teniendo como escenario un espacio físico hecho ficción.
El uso de webcam hace posible no sólo una
comunicación ya que se convierte en una interface de expresión del cuerpo, el
gesto y en general, el ser del otro.
Daniel Ariza Gómez[1]
[1] Profesor Asociado del Departamento de Artes Escénicas de la Universidad de Caldas. Candidato a Doctor en Diseño y Creación de la Universidad de Caldas. Magister en Estética y Creación de la Universidad Tecnológica de Pereira. Director General de “Huellas Digitales”.